... sabe mirarme a los ojos y darme las gracias sin decir nada. Ayer tuvimos una cenita de hermanas que hacía tiempo que teníamos pendiente. No fue todo lo glamurosa que nos esperábamos (ni chillout ni jabugos ni nada parecido) pero la compañía era lo importante. Un bar cutre de tapas nos acogió para mantener conversaciones interesantes sobre la vida y el amor; sobre los sueños y el miedo; el pasado y el futuro. Sobre todo y sobre nada... porque sólo ella me hace reír de esa manera que hasta te duele y porque siempre tenemos cosas interesantes que contarnos. Después de cenar nos sorprendimos en un bar que los jueves hacen acústicos y allí, con unas cervecitas, decidí que mientras las dos vivamos en Barcelona, los jueves serán nuestros. En unos meses, nuestras vidas cambiarán mucho y estaremos muy lejos, una vez más, la una de la otra. Pero para nosotras las distancias nunca han sido un impedimento. Tal vez recuperemos nuestra preciosa costumbre de escribirnos cartas por correspondencia tradicional (escribiendo hasta en los manteles de los bares o en las servilletas de papel) o nos apuntemos al carro de las nuevas tecnologías y escribirnos mails o hacernos videollamadas... en cualquier caso, nada podrá con nosotras y por muy lejos que estemos la una de la otra, seguiremos tan unidas como siempre. Como siempre lo hemos estado... mi hermana y mi mejor amiga. Mi guardiana y protectora. Camina despacito, pero no te detengas...