Esta no es mi mesa de trabajo pero bien podría serlo desde hace unas semanas. Han vuelto a mi vida los "Hello Panda", esas deliciosas galletas japonesas, redondas con forma de cabeza de oso panda y rellenas de chocolate. Son un auténtico vicio y todo aquel que las prueba por primera vez ya no puede dejar de comerlas. Me he convertido en una heavy user de los Hello Panda desde que en el chino las venden. Y lo peor de todo es que ya no son esas bolsitas de cuando yo era pequeña que venían unas 10 galletitas. No, ahora es una caja cilíndrica de unos 250 gramos, que parece que no sea mucho pero con lo poco que pesan las galletitas y lo pequeñas que son...

Pero lo más importante de todo esto es que gracias a estas galletitas, he vuelto a recordar una época de mi infancia que tenía olvidada. O tal vez no olvidada pero sí muy escondida en mis archivos memóricos. Estas galletas han producido en mi el efecto que describe Proust en En Busca del Tiempo Perdido, más concretamente en Por el camino de Swann: una auténtica regresión a mi infancia a través de su sabor. He recordado dónde las compraba, en el kiosko de Chelo; con quién las comía, con mis amigas de la falla; cuánto costaban, 100 ptas. Y todo lo que aquella época me trajo y todo lo que allí se quedo.