Y nunca mejor dicho, porque verdaderamente lo es. Descubrí este encantador restaurante por casualidad hace ya unos cuantos meses y desde entonces, una vez al mes por lo menos, he ido a comer allí. No es muy grande en tamaño ni tampoco en precio pero lo es en variedad de platos y en el buen servicio. Está emplazado en una estrecha calle del barrio de Gràcia, en una antigua casa. El ambiente es muy íntimo y familiar porque de hecho la clientela es fija, la del barrio de toda la vida. Su cocina es de mercado, con sabores de toda la vida, de Catalunya y Mediterránea, pero mezclados de forma cuidada y valiente y regada siempre con buenos vinos. Tiene una terraza interior preciosa y su decoración es cálida y acogedora, como si estuvieras en casa. Porque de hecho, el menú de cada día, con bastantes platos para escoger, está compuesto de forma muy equilibrada; muy sano y barato. Siempre que podemos nos escapamos a medio día para tener conversaciones tranquilas, ralajadas... y se puede fumar sin encontrarte en ningún momento el ambiente cargado. Para mí la Troballa significa tener unos días de felicidad especial en Barcelona y os lo aconsejo a todos porque vale la pena. Lo malo es que si queréis degustar sus sabores, tendréis que esperar hasta el 1 de septiembre porque está de vacaciones.
La Troballa
Riera de Sant Miquel, 69.
Debajo de Travessera de Gràcia.