En los azules me pierdo cada vez que quiero volar. Me cuentan historias de viejos volcanes que arden de antiguos deseos. Historias de océanos tan inmensos que no pueden soportar su belleza. Me llevan por lugares a los que jamás había llegado y me hacen sentir lo que nunca había sentido.

En los azules me siento bien. Me siento joven. Ellos me calientan cuando hace frío y me protegen de las ramas que no me dejan volar. Por eso en los azules me pierdo: me llevan tan lejos y tan alto...

Y los azules sonríen y sin decir nada, hablan entre silencios. Con susurros me cantan al oído que soy capaz, que nada me impide soñar. Me siento especial aunque tal vez no lo sea.

En los azules hay pequeños lugares maravillosos. Experiencias sensoriales prohibidas y no al alcance de todo el mundo. Suspiros de placer y risas que estallan a la vez en lugar de lágrimas.

En los azules hay deliciosos manjares preparados sólo para mi. Exquisitos bocados regados con las mejores de las bebidas. Y los postres sólo son el principio del fin. Después viene la borrachera...

Y cuando vuelva de los azules porque ellos estén lejos, el tiempo pasará más despacio. El invierno lo habrá invadido todo y sólo me quedará un regalo. Porque los azules, en sí mismos, ya son ese regalo. Y esperaré que vuelvan. Dicen que los azules siempre vuelven.