Érase una vez un gran laberinto. En él, habitaban personas como nosotros y cada uno tenía su camino, del cual era practicamente imposible salir. Una vez un hombre, andando por el suyo, vio a través de un agujero una chica que iba por otro camino. Siguió andando y descubrió que sus caminos eran paralelos y andó más rápido para ver si se podían cruzar. Pero eso nunca ocurría. Cada día la podía ver a través de pequeños agujeros y se dió cuenta de que ella le sonreía y que también le buscaba. Se obsesionó de tal forma que no podía pensar en otra cosa y el objetivo de su caminar se convirtió en poder verla cada día. Ella le pedía que se pasara a su camino, con lo que su obsesión fue en aumento. Un día, él encontró una puerta muy muy pequeña por la que accedería al camino de su chica. Lo intentó pero el agujero era demasiado pequeño. Así que decidió torcerse un brazo. Pero nada. Una pierna, una oreja... se mutiló y deformó hasta que logró acceder al camino de la chica. Cuando ella le vió, estaba tan deformado y mutilado que ya no quiso estar con él. Él ya no era la persona que había visto a través del agujero. Ella siguió andando sin él y cuando él quiso volver a su camino, la puerta se había cerrado y había perdido su camino.

Comments (2)

On 9:00 p. m. , jax dijo...

ey norma...

felicidades... me encanta esta historia...

no hay que cambiar para poder estar con otra persona, ni cambiar tu forma de vida... si no gustar tal y como eres...

creo que si el camino debía cruzarse, tarde o temprano pasaría...

besos

jax

 
On 9:43 p. m. , Anónimo dijo...

Pienso igual que tu. Y en eso consiste el milagro de encontrar una persona que te acepta como eres.
Gracias!